Los Búnkers: vistas a BCN y a la contaminación

Barcelona con el mar al fondo y el cielo nebuloso desde la atalaya del parque del MUHBA. LANDON ODLE

 

LANDON ODLE

A 262 metros por encima del nivel del mar, los Búnkers del Carmel son conocidos por sus vistas impresionantes de la ciudad. El aislamiento y baja densidad poblacional da a la zona uno de los aires más puros de Barcelona. Pero algunos días el anillo de contaminación visible en el cielo puede ser un lúgubre recordatorio del problema de polución en la capital catalana.

Su reciente transformación en destino turístico ha traído, además, complicaciones como proliferación de basura en el parque, así como ruido causado por las fiestas y botellones.

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El nombre real del parque es Museu d’Història de Barcelona (MUHBA) Turó de la Rovira, aunque entre los vecinos se le conoce de manera más simple como los Búnkers

Ubicado a unos 500 metros del más famoso Parc Güell, los Búnkers constituye una especie de anti-Güell: el parque mismo es poco más que una ruina en un lugar favorable, y en vez de adornos modernistas y arcos catenarios se ve varilla expuesta, charcos pequeños de agua estancada, y paredes de hormigón llenas de grafitis. 

En realidad su estado actual es fruto de una “reforma” cuidadosamente realizada en 2011 por los arquitectos Imma Jansana y Jordi Romero, por el cual se vieron galardonados el Premio Europeo del Espacio Público Urbano.

Una batería antiaérea

Originalmente construido como una batería antiaérea en la Guerra Civil española, se llenó en los años de posguerra con barracas, las últimas de las cuales fueron eliminadas a finales de los años 80. Hoy, siguen existiendo en las cercanías una veintena de casas pequeñas, cuyos residentes mantienen una relación tensa con los cientos de turistas que vienen cada día.

El Ajuntament de Barcelona define el sitio como “singular y polifacético”, y blogs turísticos como staybarcelonaapartments.com anuncian que “hoy en día es casi obligatorio ir con tus colegas y unas cervezas, poner un poco de música y hacer un picnic en los Búnkers.” En el éxito de taquilla Tengo Ganas de Ti, el protagonista sorprende a su interés romántico al llevarla a la cumbre al atardecer, acto que ella considera tan romántico que le hace el amor al cabo de dos minutos de llegar.

 

Esto, afortunadamente, es poco común; la mayoría vienen simplemente para leer un libro, pasear al perro, o pasar una tarde relajante en un sitio que seguramente provocará envidia a sus seguidores de Instagram. Pero cuando se pone el sol y no quedan selfies por hacer, los visitantes descubren que sus planes han cambiado: Barcelona es un club y están en la azotea VIP. La entrada es gratis, las bebidas baratas. ¿Por qué salir?

Para los vecinos, la nueva fama del parque ha traído los problemas de basura y contaminación acústica

Muchos visitantes no salen hasta muy tarde, y tienen que pasar directamente por las casas al bajar al aparcamiento o transporte público, a menudo con poca consideración por los vecinos. Para ellos, la nueva fama del parque ha traído los problemas de basura y contaminación artística.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) cita el trastorno del sueño, tinnitus, e incluso deterioro cognitivo entre los problemas vinculados con exposición prolongada a contaminación acústica. Y la basura generada por los numerosos visitantes es algo difícil con lo que lidiar y gestionar para los vecinos.

Francisco, un vecino de 72 años y residente de la zona de toda la vida, lamenta que “este sitio se ha convertido en el botellón de Barcelona.” 

Aunque hay vigilantes, su única capacidad es “informar” a los infractores que sus acciones son ilegales, una tarea de Sísifo que en absoluto disminuye ni la venta ni el consumo de alcohol.

Elvira, una vecina octogenaria, deplora los tejemanejes que tienen lugar en la cumbre, y a la vez asegura que no sabe exactamente cuáles son, porque una mujer decente como ella jamás se acercaría a tal sitio después de oscurecer.

Hay algo universal e intemporal al contemplar una gran metrópolis desde un mirador privilegiado, y es innegable que los Búnkers ofrecen una magia única al visitante que sube el largo camino hasta la cima. En una Barcelona alternativa es la ubicación de un hotel de cinco estrellas, pero en esta realidad es una ex-instalación militar dilapidada convertida en sitio de fiesta, con vistas asombrosas de la ciudad —pero también de su contaminación y un escenario lleno de basura que supone un verdadero problema de convivencia entre vecinos y visitantes que no se resolverá sin actuación municipal.

Panorámica de Barcelona desde el Carmel. L.O.

 

Los estragos del turismo en Barcelona

PATRICIA MAMPEL

Es jueves por la tarde y en el bar de Can Batlló se concentra un pequeño grupo variopinto. Todos hacen la misma pregunta al entrar, “perdone, ¿el documental?” Se refieren al recientemente galardonado “City For Sale,” documental nominado a 9 categorías de los premios Goya 2020.

El primer film de la directora Laura Álvarez, periodista, productora audiovisual y “vecina de Barcelona”, es una ópera prima que expone, a través de imágenes y varios testimonios de 4 familias, la problemática existente del turismo masivo en la ciudad condal. A pesar de ser un problema general en toda la ciudad, el trabajo de Laura se centra en los vecinos del distrito de Ciutat Vella, a puertas del Mediterráneo.

Tráiler de City for Sale, documental dirigido por Laura Álvarez

La proyección corre a cargo de la asociación “Fent Front al Turisme” de Sants, grupo activista que funciona desde hace más de 20 años y cuyas actividades tienen el objetivo de limitar, en la medida de lo que se pueda, las consecuencias del turismo masivo en la ciudad. Habla también uno de los miembros de la “Asamblea de barri pel decreixement turístic,” otra plataforma con iniciativas anti turistas. Después la presentación se hace el silencio.

La pantalla se enciende y, tras el fondo negro iluminándose, aparece la primera escena del documental: Dos vecinas del distrito de la Ciutat Vella, uno de los más castigados por el turismo. Ambas mujeres charlan animadamente mientras toman en el sol en la playa de San Sebastián, justo delante de las instalaciones del Club de natación de Barcelona. Comentan que hace un poco de viento, pero que se está bien. Sobre todo porque es temprano y los turistas aún no han llegado, “sí, es horrible como se pone esto. El barrio ha perdido su identidad.”

Se quejan del gentío que baja cada día a la playa, la mayoría turistas. Muchos de éstos acaban contaminando el espacio con toneladas de plásticos las playas principales de Barcelona. Botellas, vasos, envoltorios de snacks… en junio de este año, coincidiendo con el día mundial de los océanos, se llegaron a recoger hasta 24.000 residuos de la playa de la Barceloneta. Residuos que, en su mayor parte, son provocados por la cantidad de visitantes que vienen a la playa en los días de sol y fiesta.

No sólo es la presencia de turistas un problema para el medio ambiente sino también la movilidad de éstos. Tanto para entrar como para salir de la ciudad. Una de las problemáticas que siempre sale a relucir es el tema de la gran cantidad de cruceros que atracan al año en el puerto de Barcelona, considerado ya el más contaminante de la ciudad. Estas grandes embarcaciones, sumadas a los mercantes que también utilizan Barcelona como principal escala, suman hasta 800 navíos por año. Cifra que, multiplicada por la cantidad de emisiones perjudiciales, da una cifra desorbitada. 

Montse, otra de las vecinas del barrio afirma que se sintió “obligada” a cambiarse de casa a causa del turismo masivo porque en la zona en la que vivía era imposible descansar y trabajar desde casa. Cuando se le pregunta por cómo cree que va a ser el futuro, comenta con un poco de esperanza, “la burbuja turística explotará en algún momento. Barcelona perderá su encanto y al final la gente dejará de venir.”

En algún momento, a no ser que la forma de gestionar esta avalancha de turistas cambie, la situación se volverá insostenible y Barcelona podrá volver a estar en manos de los vecinos, lista para volver a cuidarla.